Leonid Rogozov, el hombre que se operó a si mismo (Beatriz Burgos Bogatu 3ºA)


En 1961, durante la expedición a la Antártida, este cirujano ruso se puso gravemente malo. Leonid empezó a sentirse muy cansado, débil y a tener muchas náuseas. Después de un tiempo, empezó a notar un gran dolor en el lado derecho del abdomen, donde se encuentra el apendice. Al ser cirujano, supo inmediatamente de que se trataba, de una apendicitis aguda. En su rutina de día a día, había realizado con éxito esta operación muchas veces. Pero al estar en medio de un desierto polar, y al ser el único médico, no se le hacía tan fácil esta operación.

En el equipo que fue enviado a la expedición, había 12 personas. Las enviaron para construir una nueva base en el Oasis Schirmacher. Cuando se diagnosticó de apendicitis aguda, la vida de Leonid estaba en peligro, ya que no se podía recibir ayuda exterior. El vaje desde Rusia a la Antártida les había costado 36 días por el mar. Y el barco no volveria hasta el año siguiente.

– La decisión que tenía que tomar Leonid era muy díficil, la vida o la muerte. Sabía que su apendice no aguantaría, que en cualquier momento explotaría. Y al explotar habría unas minimas posibilidades de que sobrevivierá. Mientras pensaba en que hacer, su apendice cada vez estaba peor, por lo que se dijo a si mismo que no tenía otra opción. No sabía si era posible el tener que abrir su abdomen y sacar sus intestinos para llegar al apendice. Aparte de tener la presión de que su vida corria en peligro, tenía otra persión. No tan fuerte como la primera, pero si bastante grande. En esa época se posicionó la guerra fría, por lo que si moría, sería una gran publicidad negativa para el programa antártico soviético.

Leonid tomó una decisión, antes de morir sin hacer nada prefirió arriesgarse e intentar realizarse una autoapendicectomia. Esa noche no pudo dormir por el dolor. Tenia un diario, y escribio sobre el dolor que sentia. Esto citaba, “ ¡Me duele como el demonio! Una tormenta de nieve azota mi alma, gimiendo como cien chacales” (Los chacales son unos animales parecidos a los lobos).

Una de sus frases que a mi me ha llamado mucho la atención fue esta, “Es casi imposible, pero no puedo simplemente cruzarme de brazos y darme por vencido”.

En la cirugía lo que hizo fue hacer un plan detalladamente de como haría la operación y les dio funciones o tareas especificas a dos de las personas con las que más confianza tenía.

Escogía a dos personas para que le dieran los instrumentos que necesitaría en cada preciso momento. A estas dos personas, también les encargó de posicionar bien la lámpara y de sostener el espejo (que ya explicare más adelante para que servia este). Se dice que los oficios de aquellas dos personas, uno eral el de meteorólogo, y el otro no se sabe bien si era un ingeniero o un conductor.

El director de la estación estaba en la sala por si alguno de los ayudantes se desmayaba en el momento de la cirugía.

Leonid era tan sistemático, que hasta les explico el que hacer en caso de que perdiera lo consciencia. El inyectarle adrenalina y hacerle la respiración artificial.

Claramente, Leonid no se puso anestesia. Lo que hizo fue ponerse un anestésico local en la parte abdominal. Pero en cuanto se hiciese la incisión, para mantenerse lo más despierto posible, no podría ponerse más anestesia para la extirpación del apéndice.

Leonid citó en su diario, que en el ultimo momento los miro, y estaban más blancos que las batas que llevaban puestas. Tenían miedo. Incluido él, pero al ponerse la primera inyección, dejo de ser el paciente y paso a su modo de trabajar en una cirugía. Desde ese momento no se dio cuenta de nada más.

Leonid iba a utilizar el espejo para operarse, ver el reflejo de lo que hacía en el cristal. Pero encontró una postura adecuada en la que se veia “el punto de vista invertido”, por lo que trabajo al tacto y no utilizó los guantes. Se hizo un corte de unos 12 centímetros junto al borde del lado derecho de la cadera.

Casi perdío el conocimiento en la parte final de la operación, tambien hay que decir que fue la más dura de todas. Empezaron a apoderarse de él los nervios y llegó a pensar en que fallaría en el último tramo.

El citaba que se tomó su tiempo, ya que el sangrado era bastante abundante y pesado. Sin querer, al abrir una parte de su estomago, daño el intestino y tuvo que coserlo. Por lo que al tener este pequeño incidente la cirugía duro un poco más de lo que se había planeado. Lo que produjo un poco más de cansancio en él. En ese momento se empezó a sentir cada vez y cada vez más débil, su cabeza comenzó a dar vueltas. Cada 4 o 5 minutos, descansaba entre 20 y 25 segundos.

Al final encontró el apéndice, este tenía una mancha oscura en su base lo que significaba que al día siguiente hubiese estallado. Su corazón iba cada vez más y más lento, lo que le hizo pensar que todo terminaría bien y que el apéndice sería extirpado. Después de unas 2 horas, tuvo razón y completo con éxito la operación.

Antes de descansar, les explicó a sus ayudantes como deberían de limpiar los instrumentos. Cuando todo estuvo limpio y ordenado, se tomo los antibióticos y las pastillas para dormir. Fue un gran logro, lo que más le importaba es que tenia otra oportunidad para vivir. Dos semanas más tarde Leonid retomó sus tareas normales.

Uno de los giros finales de esta historia, fue que al no tener buenas condiciones meteorológicas, las embarcaciones no se pudieron acercar lo suficiente. Por lo que todos los que estaba en el equipo pensaron que se tendrían que quedar otro año más en la Antártida. Leonid se preocupo mucho, ya que pensaba que perdería el contacto con el mundo de la medicina. Y también pensando en lo más personal, porque en ese lugar fue donde tuvo la peor experiencia de su vida.

Finalmente, volvieron a Rusia en avión, lo cual fue un alivio para Leonid. Fue un poco más tarde lo de lo previsto. Tuvieron que volver en aviones mono motor. Otra de las experiencias que Leonid no olvidara jamás, es que casi vuelven a morir porque el avión que los llevaba casi se cayó al mar, pero eso ya es otra historia.

Volvió a su casa como héroe nacional. Leonid fue premiado con la “Orden de la Bandera Roja del Trabajo”, la cual honraba las grandes hazañas y los servicios que se hacían por el Estado.

Se notó que Leonid era un hombre humilde, ya que el día después de su vuelta, volvió al hospital y siguió con su carrera.

Al final, este hombre murió a los 66 años de un cáncer de pulmón, nada que ver con la cirugía que se hizo.

Webgráfia

Información

https://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/05/150507_antartica_hombre_cirugia_apendice_ng_finde

https://www.vix.com/es/btg/curiosidades/8566/la-impresionante-historia-de-leonid-rogozov-el-hombre-quese-opero-a-si-mismo

Médico ruso se opera a sí mismo en la Antártida

https://es.wikipedia.org/wiki/Leonid_R%C3%B3gozov

Esta entrada fue publicada en 03. El aparato digestivo y la digestión, 12. La salud y la enfermedad y etiquetada . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario